Esta última parte de la sección de Startups y Emprendedores que se publicó en la revista elderechoinformatico.com hablaremos sobre las modalidades de Startups y ¿Quienes las conforman?
Hoy en día podemos hablar de startups en varias modalidades, que se han definido hasta hoy en día así:
- La automatizadora: que se inclina por la adquisición de clientes de forma autónoma, su target es el consumidor y el producto, con una rápida ejecución. Normalmente lo que busca es automatizar un proceso manual.
- La transformadora social:
Se caracteriza por la adquisición de clientes autónomamente, una masa
crítica, un crecimiento de usuarios descontrolado y una experiencia de
usuario compleja. El ganador copa todos los mercados y crea nuevas
formas para que la gente interactúe.
- La integradora: Se
caracteriza por pertenecer a una generación líder con representantes de
ventas internos, una alta seguridad sobre sus metas, foco en el
producto, una monetización temprana, la atención puesta en las pequeñas y
medianas empresas. Tienen pequeños mercados y frecuentemente toman
innovaciones del Internet de consumo y las reconstruyen para pequeñas
empresas.
- La retadora: Sus
detalles consisten en ventas a grandes empresas, alta dependencia de los
clientes, mercados rígidos y complejos y un proceso de ventas que puede
ser repetido.
Pero, ¿Quiénes conforman las startups?
Normalmente este tipo de empresas incipientes e innovadoras sueles
aglomerar integrantes que su aporte radica más en los conocimientos, que
en el capital social. Estos fundadores, por tener ideas revolucionarias
o visionarias, son llamados emprendedores, a los cuales les brindamos
esta clasificación:
El jefe. Acostumbrado a mandar porque ha ejercido de líder trabajando por cuenta ajena. La mayoría de las veces su networking
le ha ayudado a conseguir fondos suficientes para no tener que
preocuparse en exceso por el dinero en la fase inicial. Más que
emprendedor se considera empresario y su perfil es similar al del
gerente.
El iniciador. Para este profesional, ser emprendedor es un estilo de vida. Tiene ideas fantásticas y cuando ha desarrollado una startup,
ya tiene en mente otra iniciativa que llevar a cabo. Es experto en
fomentar el espíritu empresarial, pero no tanto en hacer sostenible un
negocio. Por eso, pasada la fase inicial se desvincula del mismo. Es el
caso de Ángel Herrera, fundador de Bubok –autopublicación de libros–,
quien confiesa: “Soy bueno iniciando nuevos negocios, pero no tanto
consolidándolos. Por eso tras cinco años en Bubok, decidí ceder el
testigo. Eso me dio espacio para centrarme en un nuevo proyecto, en el
que me empeño con la misma pasión que en los anteriores”. El ingenio de
este emprendedor y conocer cuáles son sus debilidades es lo que le hace
seguir adelante. Su creatividad y anticipación le sitúa muy cerca del
tipo visionario.
El bueno para quejarse (quejica). Tiene
ideas brillantes e incluso dotes para montar una compañía, pero es el
eterno personaje que sólo tiene tiempo para quejarse. Cuando decide
enfrentarse a un nuevo proyecto, su forma de actuar lo aboca al fracaso
incluso en los inicios. Pero aún así, nunca se da por vencido y su tesón
le lleva a conseguir el éxito.
El contable. Vive
obsesionado por controlar los flujos de caja. Mantener en equilibrio la
balanza de ingresos y costes es una garantía de supervivencia
empresarial. El problema surge si el emprendedor se excede en esta
tarea: la innovación y la creatividad son también básicas para mantener
en pie un negocio. Este tipo deja en segundo plano la iniciativa y la
inspiración que todo equipo necesita para avanzar. No piensa tanto en el
futuro de su empresa como en los resultados que le muestra su balance.
Puede ser un buen emprendedor, pero si no consigue limar su obsesión
perderá el espíritu que alimenta la puesta en marcha y consolidación de
cualquier startup.
El ‘quiero y no puedo’. Sus
ganas e iniciativa de poner en marcha nuevos proyectos no tienen
discusión. Su espíritu emprendedor está siempre a punto de estallar. Sin
embargo, necesita una buena idea, el dinero suficiente para ponerla en
marcha, sobrevivir un par de años y tener la garantía de que los
ingresos comenzarán a fluir. No tiene madera de empresario y si lo
intenta lo más probable es que nunca supere la etapa de aspirante.
El global. No pretende
ganar dinero con su empresa, sino hacer un mundo mejor. Su entusiasmo le
lleva a procurar tener relevancia, por eso es tildado de mediático.
Tiene un gran liderazgo capaz de arrastrar a un buen número de fans y
conseguir un equipo fiel, pero tiene que gestionar bien su éxito de
manera que también sirva para hacer crecer su empresa.
El work alcoholic. Su
startup es su vida. Es un trabajador incansable, siempre pendiente de su
proyecto. Aaron Levie, fundador de Box, es uno de ellos: trabaja seis
días a la semana hasta la madrugada. Afirma que su “negocio le mantiene
increíblemente estimulado y excitado”. En 2012 su empresa facturó 70
millones de euros, un 160% más que el ejercicio anterior, y a pesar de
eso mantiene un nivel de vida espartano, alejado de los lujos.
Una compañía puede dejar de ser una startup por
un sinfín de situaciones que pueden ocurrir debido a su desarrollo,
tales como llegar a ser muy rentable, pasar a la bolsa de valores o el
dejar de existir como entidad independiente vía una fusión o una
adquisición.
Ha sido un criterio consensuado por muchos emprendedores para definir que una startup ha
dejado de serlo si ocurre lo siguiente; La empresa ha alcanzado jornada
completa. La mayoría de personas en la empresa no trabaja más de 8,5
horas diarias. La fuente principal de inspiración ya son las ideas
lanzadas por la competencia. Los fundadores ya tienen despachos
separados del resto del equipo. La empresa tiene más de 2 años de vida.
Los fundadores pueden no estar en la oficina durante varios días, y la
empresa sigue funcionando igual (o mejor) que con ellos presentes.
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